[••• = solo en inglés. Traducción de Maya Zalbidea Paniagua. Edición de Asunción López-Varela. El diseño HTML y el formato de >George P. Landow.]
En Norte y Surse defiende la idea de que las Midlands industriales representan el futuro, un futuro mejor después de todo, al dramatizar la conversión gradual de Margaret Hale de Hetone a Milton. Su padrino, el señor Bell, que se queja de su residencia en Milton diciendo que la “ha corrompido bastante,” describe a Margaret como una “demócrata, una republicana roja, un miembro de la sociedad pacífica, una socialista,” a lo que ella responde: “Papá, sólo lo dice porque defiendo el progreso del comercio. El señor Bell lo mantendría aún en el intercambio de pieles de animales salvajes por bellotas” [Capítulo 40]. Margaret se ha convertido al industrialismo, a la vida urbana, a la clase obrera arriesgada, y muchos otros aspectos de la vida, de modo que cuando se casan Thornton y ella ambos han templado sus opiniones originales.
Entre los contrastes que Gaskell hace, el siguiente es de especial importancia:
1. Diferencias entre el modo de vivir estándar de los granjeros y el de los molineros
El señor Hale expresa su sorpresa al encontrarse con la cultura del norte y Margaret se da cuenta cuando él admite:
Todavía no sé cómo comparar sus viviendas con las casas rurales de Helstone. Aquí tienen muebles que los trabajadores agrícolas nunca podrían comprar, y alimentos que ellos considerarían lujo. Pero ahora que estas familias no cuentan con el salario semanal, parece que no tienen más recurso que la casa de empeños. Aquí en Milton habría que aprender otro lenguaje y medirlo todo con otros parámetros. [Capítulo 20, Norte y Sur]
Después en la novela, Margaret, que siempre ha apoyado el ideal rural de Helstone para criticar a Milton, disuade a Higgins de que viaje al sur para trabajar allí:
Tengo que explicarle todo bien claro; se lo debo porque ha sacado esa idea de mi modo de hablar. No soportaría el aburrimiento de la vida; no sabe lo que es; le carcomería como herrumbre. Los que han vivido allí toda la vida están acostumbrados a empaparse en las aguas estancadas. Trabajan día tras día en la absoluta soledad de los campos húmedos, sin hablar ni alzar nunca sus pobres cabezas inclinadas. Labrar la tierra es un trabajo duro que entumece la mente. La monotonía de su tarea agotadora les embota la imaginación, y no se molestan en reunirse para hablar sobre ideas y especulaciones cuando terminan la jornada; vuelven a casa brutalmente cansados, pobres criaturas, sin más deseo que comer y descansar. [Capítulo 37]
Este reconocimiento que los habitantes del idilio rural sufren trabajando laboriosamente y siendo pobres e ignorantes la prepara para el último encuentro con la superstición bárbara en Helstone, cuando una mujer quema un gato vivo para utilizar sus lágrimas para hacer un hechizo mágico.
2. Diferencias en el comportamiento de la clase obrera
Centrándose en las experiencias de Margaret, Gaskell enfatiza la falta de reserva con extraños de los trabajadores de la fábrica, y la ausencia de sumisión hacia aquéllos de escala social más alta:
La zona de la ciudad en la que quedaba Crampton era sobre todo una vía de paso para los trabajadores de las fábricas. En las callejuelas que las rodeaban había muchos talleres de los que salían raudales de hombres y mujeres dos o tres veces al día. Margaret tuvo la mala suerte de encontrarse siempre con ellos hasta que se enteró de los horarios de sus entradas y salidas. Iban corriendo, con expresión audaz y desenfadada, con risotadas y burlas, dirigidas en particular a todos los que parecían de rango o posición superior a la de ellos. Los tonos de sus voces y su olvido de las normas de urbanidad más elementales amedrentaron a Margaret un poco al principio. Las chicas hacían comentarios con una libertad brusca aunque no desagradable sobre su atuendo, incluso le tocaban el chal o el vestido para determinar su género exacto; un par de veces le hicieron preguntas acerca de alguna prenda que les parecía especialmente admirable. Había una confianza tan simple en su comprensión femenina del amor de ellas al vestido, y en su afabilidad, que Margaret contestó de buen grado a las preguntas en cuanto las entendió; y respondió a sus comentarios con leves sonrisas. No le importaba encontrarse con las jóvenes, por muchas que fueran, pese a ser tan vocingleras y escandalosas. Pero los obreros la asustaban y la indignaban sucesivamente, aunque ellos no hacían comentarios sobre su atuendo sino sobre su aspecto físico y de la misma forma franca y audaz. Ella, que había considerado siempre impertinencia cualquier comentario sobre su apariencia personal, por muy delicado que fuese, tenía que soportar ahora la admiración manifiesta de aquellos hombres sin pelos en la lengua. Pero ese mismo desparpajo demostraba que no los movía ningún deseo de ofender su sensibilidad, como habría advertido si no se hubiese asustado tanto por el alborotado tumulto. El destello de indignación que le producía el miedo le encendía las mejillas y le inflamaba los ojos oscuros cuando oía algunos de sus comentarios. Pero decían también otras cosas que cuando llegaba a la seguridad del hogar le hacían gracia aunque también la irritasen. [Capítulo 8]
3. Diferencias en el comportamiento de la clase alta
[Margaret] se sorprendió al pensar lo bien que lo había pasado en la cena. Ya sabía lo suficiente para comprender muchos asuntos locales, incluso algunos de los términos técnicos que empleaban los impetuosos fabricantes. Participó de forma resuelta en silencio en el tema que discutían. De todos modos, hablaban con enérgica franqueza y no de la forma cansina que tanto la aburría en las antiguas fiestas de Londres. Le extrañó que hablando tanto de las manufacturas y la industria del lugar no hicieran ninguna alusión a la huelga inminente. Aún no sabía con cuánta tranquilidad tomaban los patronos aquellas cosas, que tenían sólo un final posible. Por supuesto, los obreros se estaban labrando su propia ruina, como habían hecho tantas veces. [Capítulo 20]
Traducido el 23 de decembre de 2013